Me llega este pequeño tesoro, un testimonio de una familia polaca, afincada en Alemania.
En Polonia puedes inscribir a tus hijos en el registro y darles sepultura (incluso con sepelio cristiano si lo deseas) incluso cuando la muerte se da en etapas muy tempranas del embarazo.
Éste es el objetivo que queremos fijarnos. Mientras os dejo es te testimonio porque a veces lo imposible, cuando conocemos que en otro país es cotidiano, deja de ser tan imposible.
La traducción del texto realizada del inglés al castellano es obra de Lucy Lo Cascio, Traductora.
Ya teníamos dos críos y me sentí completamente feliz de ver las dos rayas en la prueba de embarazo. Era como si se cumpliese nuestro sueño de una gran familia. Fuimos los dos al médico, se confirmaba el embarazo. Todo parecía perfecto y nuestros hijos empezaron a cuestionarse si sería niño o niña. Cerca del final de la decimotercera semana de repente me sentí mal, con cólicos estomacales y al final tuve un sangrado. Acudí inmediatamente a mi médico que realizó una ecografía pero tenía malas noticias: nuestro bebé estaba muerto y yo estaba de parto: un aborto involuntario. Me dijo que fuese al hospital para que me hicieran un legrado. Fue una pérdida tremenda. Yo estaba llorando y mi marido también. Lo que me destrozó fue que no me dejasen enterrar a mi bebé en Alemana porque era demasiado pequeño por haber llegado solamente a la decimotercera semana. Sería un desecho médico, restos … nunca tendría una tumba y nosotros nunca podríamos despedirnos, ni rezar por él, ni tener un lugar dónde visitarle. ¡Era tan cruel e inhumano!
Volvimos a casa y me puse en contacto con una matrona en Polonia, que me explicó que en el caso de sufrir el aborto en Polonia, en lugar de Alemania, se consideraría como nacimiento y se emitiría un certificado de defunción. Podíamos darle un nombre a nuestro bebé; celebrar un funeral católico para él. Esto significaba para nosotros que sí era nuestro hijo, un ser humano y en Polonia se le trataría como un ser humano y no como basura. Decidimos conducir esa noche a mi pueblo natal en Polonia.
Sin embargo, no lo conseguimos porque me puse de parto. Después de dos o tres horas de trabajo de parto tuve a mi bebé en casa, en nuestro cuarto de baño. Fue una experiencia muy dura; dolor físico y emocional. Pero también fue una experiencia preciosa. Fui totalmente capaz de traer yo solita este pequeño cuerpo al mundo (sólo puedo parir bebés de tamaño normal mediante cesárea). Rezaba, sabiendo que mis amigos también rezaban, para decir adiós … pero después de hacer todo eso aún no se me permitía enterrar a mi bebé porque había ocurrido en Alemania. Una llamada nocturna a la matrona y una decisión espontánea: llevaremos a nuestro bebé fallecido a Polonia y obtendremos todos los documentos como si este aborto involuntario hubiese pasado en Polonia (en casa, no en un hospital). Lo hicimos tan pronto como me sentí mejor. Nuestro bebé tiene nombre: Jan y ha sido enterrado en una ceremonia simple pero apropiada.
Ahora después de dos años puedo decir que estoy muy satisfecha de eso. Fue la decisión correcta. Una experiencia muy importante para nuestros hijos mayores porque de esa manera aprendieron que perdieron a un hermano pequeño, parte de nuestra familia. Un ser humano que merecía un tratamiento adecuado, ser tratado como persona, por muy pequeño y débil que fuese. Nuestro bebé es parte de nuestra familia; tiene una tumba y podemos visitarle siempre que vayamos a Polonia. Para nosotros, como padres, es algo que nos permite cerrar nuestro duelo.
Pusimos a nuestro bebé en una tumba sabiendo que descansaría en paz.
El año pasado tuvimos una maravillosa y sana hija. Algún día sé que le mostraré la tumba de su hermano. Veo una diferencia entre algunas mujeres en Alemania que también han perdido a sus bebés y yo misma. No intentamos olvidar. No nos hace falta. Incluimos a nuestros hijos en la familia. Nuestro duelo no se convierte en depresión. Creo que es muy importante para aquellos padres poder enterrar a sus hijos tal como quisieran.
Familia polaca afincada en Alemania