Hace un año en 2011 volví a estar embarazada, durante el embarazo tuve miedo de que se repitiese la historia de perder al bebé, era un miedo que intentaba controlar y sobretodo que esos temores no llegaran a mi niña.
Estando de 32 semanas sentí un movimiento más brusco de la niña, me hizo aflorar un sentimiento de alerta, fue el último movimiento que sentí de ella, pasados dos días de no sentirla fuimos a urgencias y nos dijeron que todo estaba bien. Durante esa semana algo dentro de mí intuía que no iba bien, aun así no permitía pensamiento de miedo o de pérdida, no quería pensar en ello y una semana después en una visita de rutina, no encontraron latido, al oír al médico pensé: “lo sabía, sabía que iba mal” en este caso a diferencia del anterior, no tuve sorpresa pero sí mucho dolor interno.
Al estar en ese avanzado estado de gestación había que parir, mi cuerpo y mente no estaban preparados para ello, desde las once de la mañana hasta las dos de la madrugada me estuvieron medicando con oxitocina para provocar el parto, hasta esa hora mi cuerpo no empezó a reaccionar, los dolores de las contracciones fueron cada vez más intensos, el dolor rodeaba mi contorno, debido a la inesperada situación provocada en mi cuerpo, la fiebre apareció y cuando la matrona me comentó: “ no sé si podrán ponerte la epidural” supe que iba a parir sin medicación.
La matrona decidió dejarme sola en el paritorio, tumbada con las luces en penumbra fue en ese momento de intenso dolor que tomé conciencia y pensé: “¿Qué estamos haciendo cuerpo? Nuestra niña se ha ido, ¿por qué debemos castigarte con este dolor físico?, no es merecido, así que doy la orden a mi cuerpo para que dilate todo lo necesario y acabemos con este sufrimiento.”
Tuve dos contracciones fortísimas, me imaginé que estaba en una amplia pradera frondosa, de las llanuras de los indios americanos, que iba a parir como hacían sus mujeres, solas de cuclillas, bajo la sombra de un árbol y en ese momento noté la cabecita de mi niña asomando, pegué un grito y llegó la matrona, entró mirándome mal, “¿a qué vienen esos gritos? Y al asomarse vio la cabecita, me prepararon en la posición correcta, di un empujón más y noté los bracitos y piernas de mi niña saliendo de dentro de mí.
A pesar del dolor, de la pérdida, para mí el parto fue una gran lección de vida, aprendí como la mente influye en el cuerpo, podía haber estado horas dilatando con fuertes dolores y fueron cinco minutos, hasta la matrona me comentó que se había asombrado de la rapidez, pensaba que iba a ser más dilatado en el tiempo y por ello me dejó sola.
Me alegro que la fiebre apareciese y haber podido sentir físicamente el cuerpo de mi niña saliendo de mí, fue una unión y despedida para ambas.
Descubrí que estando y sintiendo el más absoluto dolor físico y mental tenemos una fuerza interna que puede transformar ese momento de dolor en conocimiento y la clave está en nosotros mismos, en cómo enfocamos nuestra mente. ¿Cómo quieres vivir tu vida? ¿Anclada en el dolor para siempre o transformar ese dolor en una gran experiencia de vida y aprendizaje? Tú decides.
Eva López Boluda
Lee en este blog los otros artículos de Cuerpo-mente en el embarazo:
Vanessa Larrauri dice
Hola, me gustaría saber la historia completa de Eva López Boluda. Estoy segura de que su experiencia puede ayudar a la hija de una amiga, quien perdió su hijo a los cuatro días de nacido. De esto va a hacer un año ya y todavía no ha logrado salir de su duelo. Además de tener mucho miedo de volver a quedar embarazada.
Monica dice
Hola! Lo siento mucho, es realmente terrible pasar por una situación así y no hay muchas guías que seguir.
Ya llevo publicados cuatro artículos con la historia de Eva L. B. Intento publicar semanalmente, así que antes de terminar el mes podrás leer el resto. Muchas gracias por tu comentario. Un saludo! Mónica