Hace unos meses Marilyss Saso, alumna y futura Asesora Stillbirth Support nos compartía un artículo en el que desnudaba su alma y su dolor.
Hoy nos trae de nuevo su corazón en letras. Me siento orgullosa de compartir con esta mujer tan profunda y entera, fruto de un largo camino mágico y personal.
Hablan las madre: Un año ya
Un año ya…no creí que pasara nunca.
He tenido los ojos doloridos de tantas lágrimas que han brotado de ellos que temí que no pudiera volver a ver la vida a colores.
Si echo la mirada atrás y pienso ¿dónde ha ido mi año a parar?, ¿qué he hecho en estos 12 meses que no has estado? creo que se esfumo y que mientras lo hacía iba sellando a fuego su camino, no será posible olvidar nunca…
Pero si miro un poco más allá de la cicatriz, si me siento valiente y busco tu canción en mi cabeza y tarareo, sé que mi año, nuestro año ha sido el aprendizaje más intenso de mi vida y te estaré eternamente agradecida.
He necesitado aprender a colocar todo ese amor que tenía para ti,
que llevaba tu nombre y lo he transformado en baile, en mil macetas llenas de flores, en guiños al cielo.
Me has obligado a dibujar mi camino de nuevo, sabes?
Una sobrevive al naufragio y con esos restos se ha de reconstruir y jamás será la misma mujer, ya no mirará a la vida con la confiada ilusión de que todo saldrá bien, la mujer que ha renacido en mí perdió la ingenuidad hace un año y ahora sabe igual que la mujer esqueleto (algún día te leere el cuento) que la vida tiene dos caras y que una sin la otra no tiene sentido.
Pero por encima de todo me has enseñado el poder mágico de transformar,
de dirigir hacia lo bonito, de convertir el dolor en crecimiento, de entrarle al duelo a corazón abierto y mirarle a la cara.
He tenido un montón de días que no encontraba sentido a lo que hacía, que creía que me volvía loca abrazando árboles por el campo, que no solo te había perdido a ti, que también me había perdido a mí.
Y es cierto, yo me perdí contigo y solo cuando deje de ver la luz encontré el camino.
El camino ha sido de lo más variopinto,
he buscado todas las herramientas necesarias para transitarlo y lo he defendido con uñas y dientes para que nadie me cortara el paso ni me metiera prisa.
He conocido a mujeres bellas en un grupo de duelo que no solo me demostraron que no estaba sola sino que me abrieron sus corazones que albergaban el mismo dolor que el mío, mujeres formidables que tienen todo mi respeto.
He corrido por la playa, he gritado al viento, le he bailado a la luna, me he hecho unas gafas de cartulina verdes para que cuando me entre el miedo ponérmelas y ver la vida con esperanza (en este momento tu padre dudó de mi salud mental, pero como siempre me sonrió y me dijo que era una idea estupenda).
Te he cantado, he dejado que todo lo que emergía en mi saliera a borbotones y he dejado de temerle al dolor de una nueva perdida.
Me he permitido ser.
No siempre fue así, pero si miro hacia atrás, lo que veo es la transformación, tremendamente linda y tremendamente dolorosa.
He pasado por todas las fases hasta llegar al día de hoy,
he mirado con envidia y con profunda tristeza a las mamás que paseaban a sus bebés por la calle.
He llorado durante días eternos de rabia, me lo he comido todo y he dejado de comer todo, morí de dolor al ver mi primera regla después de tu partida, alargue la visita al ginecólogo porque ver mi útero vacío me provocaba un dolor que desgarraba, me rechacé como mujer, me ignore, me trate con desprecio…
Me aterrorizó pensar en un nuevo embarazo, me volví hipocondriaca, me acostumbre a llevar un paquete de pañuelos encima porque todo me hacía llorar, he descubierto que el dolor no se marchará jamás pero que pasado un tiempo deja de arder…
Y un día, supongo que el más oscuro de todos
me di cuenta que había invertido mi dirección y que había sol.
Que debía honrar a mi cuerpo que te sirvió de refugio y te dio cobijo hasta que marchaste.
Que ser MUJER era lo mejor que jamás me había pasado.
Decidí que a partir de ese día con mi primera regla de cada ciclo regaría mis plantas como símbolo de fecundidad, de vida, de respeto hacia lo que soy.
Sonreí a tu padre y le guiñe sinuosa un ojo, él lo entendió a la primera, un tío listo tu padre…
Y por fin fui a ver a ese bebé que nació el mismo día que tu marchabas y que hasta ahora me sentía incapaz y cuando su madre nos dejó a solas la explique mi tardanza.
Hice las paces con la vida y comenzó mi transformación, mi gran empoderamiento.
Mi Julieta linda, te debo la mujer que soy ahora, aún estoy en proceso de construcción pero son piezas pequeñitas lo que queda por colocar.
Gracias hija.
Marilys Saso
Alumna de la 4ª Promoción de la Formación de Duelo Gestacional y Perinatal
Asesora Stillbirth Support en formación
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