Es indudable que dentro de los profesionales de la maternidad, cualquiera puede trabajar con una familia en duelo.
Pero ojo, cualquiera sí, pero no de cualquier manera.
Estamos acostumbradas a leer testimonios aterradores de mamás que han sufrido maltrato físico y psicológico en el hospital.
Ya sea porque activamente las trataron mal o porque, de una manera pasiva, les impusieron prácticas que sabemos que hoy en día, y dada la evidencia científica, no están recomendadas.
También en los ambulatorios se trabaja en muchos casos con muy poca empatía y cuidado, dejando caer comentarios que además de no ayudar favorecen el que la mamá se deje caer en estados de melancolía.
¿Por qué sucede esto?
Es verdad que hay una multicausalidad en toda esta situación de maltrato generalizado y socialmente aceptado.
Hoy no voy a hablar de cómo la sociedad favorece determinadas prácticas dirigidas a perpetuar patrones de violencia social.
Tampoco voy a hablar de la desidia de muchos profesionales por formarse y actualizarse para estar a la última.
Ni mucho menos del poco interés general en favorecer estudios e investigaciones que profundicen en las causas de las muertes intrauterinas y cómo evitarlas. O de cómo optimizar el trato a las pacientes de forma que redunde en su posterior recuperación física y emocional.
Hoy quiero hablar del síndrome de bourn out que se da en muchos hospitales, en cada área de cada hospital, entre los trabajadores que tienen que soportar guardias infinitas de 24 horas (o más).
Que tienen que estar trabajando con personas con problemas físicos importantes.
Que tienen que aparcar sus propias emociones, disociarse, para poder atenderlas y hacer su trabajo correctamente.
Esos profesionales que tal vez no tienen una plaza fija y que trabajan con una precariedad impresionante, con contratos de muy pocas horas, cambiando en cada contrato de área de hospital, sin saber dónde trabajará al día siguiente, ni siquiera si trabajará.
Nos quejamos del trato en los hospitales, pero nadie habla de la violencia intrínseca que viven las personas que trabajan dentro del hospital.
Y no me refiero a la gente con poder (que también tienen su responsabilidad pero que hoy no vamos a hablar de ellos) sino a los currelas que trabajan a pie de cama y de camilla todos los días.
Esas personas que vienen con sus propios problemas, sus duelos, sus dolores, sus circunstancias, su vida.
Ayer una alumna del curso de Abordaje sistémico me decía que le había llamado la atención porque en el curso no nos limitamos a hablar mal de los sanitarios, sino que también denunciamos las circunstancias penosas a las que se ven sometidos muchas veces en su trabajo.
Y es así. Para mí fue un ejercicio de introspección, de ver más allá del propio dolor de las madres, de ser capaz de empatizar también con el que cuida y los problemas que puede tener.
Y es que la violencia es un mal endémico que se ceba en los más débiles, los trabajadores más precarios del hospital.
Y es muy chunga porque logra que sean estos mismo débiles quienes la transmitan a su vez a las personas más vulnerables, los pacientes, con quienes trabajan día a día.
Es necesario intervenciones sistémicas totales, que abarquen todos los sistemas, que potencien cambios reales a nivel social.
Porque de nada sirve trabajar en un hospital para implantar un bonito protocolo de atención a la muerte perinatal, si luego las auxiliares y las ayudantes están literalmente quemadas por su trabajo y no tienen fuerza de atender con corrección a las mujeres que les toca.
Corrección, empatía, conocimientos teóricos y prácticos, conocimientos emocionales…
Hace falta un cambio total.
Me dirás que esto es utópico e inalcanzable.
Tal vez lo sea.
Pero si no trabajamos con la vista en el horizonte más lejano, allí a donde queremos ir aunque no seamos capaces ni de verlo de lo lejos que está, nunca saldremos de nuestra zona de confort.
Ésa en la que preferimos quedarnos con “lo malo conocido antes que lo bueno por conocer”.
Yo estoy dispuesta a caminar delante y dar los primeros pasos.
¿Y tú?
¿Me sigues?
Mónica Álvarez Álvarez
Psicóloga, Terapeuta de pareja y familia
Directora de la Escuela Stillbirth Support
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