Es una situación de intenso dolor que se repite una treintena de veces al año en la zona de partos del Hospital Materno Infantil de Donostia. Puede suceder que se haya apagado la vida del bebé en el seno materno o que el pequeño no pueda ser capaz de superar el alumbramiento. Sea por lo que fuere, es un trance que los progenitores han de afrontar con el mayor de los desconsuelos y un duelo que difícilmente cicatrizará si a los padres no se les da la oportunidad de despedirse adecuadamente del hijo que ya no verán crecer. Para esto, para prestar una ayuda que va más allá del paritorio, se ha puesto en marcha en el Hospital Donostia un protocolo de duelo perinatal, que Charo Fernández, supervisora de partos, presentó oficialmente el pasado 20 de marzo.
– ¿Hasta ahora qué pasaba cuando moría un bebé en el parto?
– Se trataba de que la madre no viera a su hijo sin vida; se amortajaba al bebé y luego dependía de cuántas semanas tuviera de embarazo: si era de menos de 187 días se procedía a la incineración; con más tiempo solía haber un entierro. Y este era otro palo: los padres, además de llevarse el shock de que el niño no vivía, tenían que realizar los preparativos del entierro. Suele ser una situación muy dura porque se encuentran de repente que en vez de preparar una canastilla lo que han de preparar es un entierro.
– ¿Qué se hace ahora, en qué consiste el protocolo de duelo perinatal?
– Se presentó oficialmente el pasado día 20, pero no es que se haya implantado de repente, sino que se está llevando a cabo de forma progresiva. Lo estaban realizando los profesionales más sensibilizados y formados. Pero yo consideraba que no era una opción que dependiera de la cualificación y el empeño de cada profesional, sino que todos los padres a los que les sucede esta circunstancia tienen el mismo derecho a que se les oferte el protocolo.
– ¿Siempre y cuando ellos acepten?
– Por supuesto. Se les indica que tienen esta posibilidad y ellos deciden. Si no la aceptan, se sigue el protocolo anterior y no pasa nada.
– ¿Hay alguna especificidad por la que no se les ofrezca, por ejemplo, en el caso de que exista algún deterioro o alguna deformidad?
– Son casos que prácticamente ya no se ven. Ahora se controlan mucho los embarazos. Las mujeres están muy preparadas y cuando no sienten al niño acuden inmediatamente a Urgencias. Sí que podría darse algún caso, aunque sería muy raro, entre las madres inmigrantes, debido a la falta de información y control en sus países de origen. No obstante, son excepciones.
– En el caso de que los padres acepten la propuesta, ¿qué ocurre?
– Una vez finalizado el parto, intentamos no enseñar al niño hasta que lo hayamos preparado, incluso con la ropa que le habían destinado. Trasladamos entonces a los padres a una sala especialmente acondicionada y debidamente señalizada para evitar intromisiones -se señala con la imagen de una mariposa de color azul-, y les llevamos el niño. Es importante que le pongan nombre, que le vean, que le saquen el parecido familiar, que estén con él, que le acaricien, que le besen y que le abracen. En ese momento le están saludando y al mismo tiempo le están despidiendo.
– ¿Cuánto tiempo permanecen en esta sala?
– Dos horas. Es suficiente. Después, la madre es trasladada a una habitación, generalmente individual, hasta que puede volver a su casa. Pero antes se les ayuda en el papeleo del entierro y se les proporciona algún recuerdo del bebé.
– ¿Recuerdo?
– Sí. La formación de recuerdos es más importante de lo que parece y tenemos que ser los profesionales quienes se lo proporcionemos. Formar recuerdos es la única manera de saber que algo ha existido para que el duelo se realice en todas sus fases y se cierre correctamente. Los padres que pierden a su bebé generalmente no tienen un lugar donde apoyar su dolor, y lo cierto es que el dolor se apoya en los recuerdos. Un recién nacido no tiene nada, pero sí que se puede ofrecer a los padres las huellas del bebé -unas huellas que son únicas-, las ecografías, la pulserita que se pone a los recién nacidos con su nombre… incluso en cierta ocasión una mujer nos pidió un mechoncito de pelo. Todo eso se entrega en un sobre especial. Y si los padres no desean ver a su bebé, todos estos detalles los recoge el hospital y los guarda, por si a los dos días o al mes siguiente cambian de opinión y reclaman estos recuerdos.
– ¿Se ha comprobado que el protocolo realmente ayuda a los padres?
– Sí. Se van mucho más tranquilos.
– ¿Hasta ahora, cuántos padres han accedido?
– No tengo ese dato, pero el rechazo es muy escaso. Aquí tenemos unos 4.500 partos al año, de los que no logran sobrevivir alrededor de 30 niños (el ratio es de 5 o 6 fallecimientos por cada mil). Pues bien, de una treintena de casos anuales, sólo se reciben entre dos o tres negativas.
– ¿Treinta fallecimientos al año no son muchos?
– Ya, pero se trata de casos que son difíciles de evitar. Las causas son muy diversas y a veces ni tan siquiera con la autopsia se llegan a saber los motivos por lo que ese bebé no ha sobrevivido. Hay embarazos de riesgo, pero son estrictamente controlados y la menor anomalía acaba detectándose; pero sí hay muertes de bebés en el seno materno que son detectadas previamente.
– ¿Y en el parto?, ¿a qué se deben los óbitos?
– Puede ser que el niño no tenga los sistemas de respuesta muy maduros y no consiga superar el trance del parto. Pero normalmente, a la menor sospecha, hacemos un montón de pruebas previamente al nacimiento. No obstante, el número de muertes en el parto se ha reducido muchísimo, ahora prácticamente son excepcionales. Es muy fuerte llegar al límite del embarazo y que el niño se muera en el último momento. Han sido nueve meses creando ilusiones y expectativas
– Tiene que ser tremendo para los padres.
– El llanto de una madre a quien dicen que su hijo ha nacido muerto es desgarrador. Es una escena terrible que sobrecoge al paritorio. El dolor es intensísimo y yo creo que ahora, en esta época, es mayor que hace años, cuando las mujeres procreaban varios niños y sabían que alguno se iba a morir. Era una especie de circunstancia culturalmente asumida. Pero ahora nos hacemos padres muy mayores, planificamos el embarazo concienzudamente, aceptamos con más madurez la paternidad responsable y se recibe al nuevo miembro de la familia con más ilusión, una ilusión que se quiebra con un dolor intenso cuando ese bebé nace muerto o se muere en el último momento del embarazo.
– ¿Cómo se les ocurrió poner en marcha el protocolo?
– Yo estaba sensibilizada con este tema desde hace varios años, entre otras cosas porque lo he sufrido como paciente. Tuve varios embarazos que perdí. Y cuando me atendían mis compañeras les comentaba que esta labor no la estábamos haciendo bien. Fue entonces cuando me propuse hacer todo lo que estuviera en mis manos para que la situación cambiase. Y comencé a buscar información y ver lo que se estaba haciendo en otros hospitales. Sabíamos que en Cataluña estaba funcionando el protocolo en algún hospital. Sin embargo, en Euskadi no había nada y ahora es la primera vez que se pone en marcha. Pero en otros países está en marcha desde hace bastante tiempo. Por ejemplo, en Estados Unidos se ha llegado al punto de que el hospital cuenta con un fotógrafo a disposición de los padres. Esto es algo que no contemplamos aquí.
– No será fácil para los profesionales afrontar situaciones de esta índole.
– No era fácil, pero todo ha cambiado. Es una cuestión de formación. En el hospital se llevan a cabo cursos de formación continuada. A preguntas de la Dirección, solicité un curso sobre duelo perinatal y, aunque al principio sorprendió, la primera experiencia fue un éxito y a raíz de ahí se ha ido extendiendo por todos los hospitales de la red, hasta el punto de que ya se han impartido trece cursos. Aquí, por ejemplo, las 33 matronas del Materno han hecho este curso. También lo han seguido algunas enfermeras, auxiliares e incluso médicos. Aporta una herramienta fundamental para abordar un cuidado muy complicado. En este área, tan distinto al resto del hospital, estábamos acostumbrados a trabajar siempre con la sonrisa abierta, pero cuando nos enfrentábamos a situaciones de extrema dureza nos resultaba muy difícil afrontarlas. Hoy ya no. Hemos aprendido a tratar a esos padres desconsolados, a acompañarles en los primeros momentos de intenso dolor, a utilizar expresiones adecuadas y a rechazar las palabras que pudieran herirles.
M. García. El Diario Vasco. Abril de 2007
Ceci dice
Muy buen artículo, ojalá llegue el día en el que este protocolo se implemente en todo el mundo y muchos padres se vayan a casa sin un dolor más agregado al enorme ya existente
duelogestacionalyperinatal dice
Hola Ceci!! Poco a poco se irá consiguiendo. Hasta en The Lancet se habla de ello, será que comienza a cobrar importancia!!